Columna de Opinión de Claudio Cerviño, periodista de Diario La Nación:
Puede suceder, después de un tiempo, que la memoria traicione. Voluntaria o involuntariamente. No fue éste el caso y resultó muy reconfortante. Por la justicia del hecho en sí y también por el gesto de absoluta sinceridad y grandeza de los jugadores.
Se cumplieron 10 años del primer triunfo del básquetbol argentino sobre el Dream Team, en el Mundial de Indianápolis. Un momento inolvidable para el deporte argentino. Una referencia ineludible para el deporte mundial. Y dentro de las evocaciones, entre ellas las de LA NACION, a través del Torito Leandro Palladino hubo una mención muy significativa hacia Rubén Magnano. Que resultó manifiesta en forma generalizada durante el programa especial que anteanoche puso al aire ESPN+.
Las revelaciones marcaron que fue el General Rubén el único que no se tomó el partido como una batalla perdida de antemano, dados el invicto y la innegable supremacía de los NBA sobre el resto. Quizá por convicción propia; quizás influenciado por su apasionado asistente, Enrique Tolcacchier. Lo cierto fue que en su cabeza tenía la consigna "es posible". Y a pesar de la incredulidad primeriza de ese grupo de jugadores en constante crecimiento y superación, logró transmitirles que la utopía podía dejar de serlo en 40m.
Nadie se olvidó de Magnano a una década de la victoria que cambió sus vidas para siempre. Y no sólo para los micrófonos y las cámaras. Me cuenta un colega, Fernando Vergara, que durante los Juegos Olímpicos de Londres, en una charla informal, Hugo Sconochini, capitán de aquel equipo, le mencionó ocho veces a Magnano, siempre anteponiendo el "Sr."
Se sabe que las relaciones con el técnico que también condujo al plantel en la conquista del oro olímpico en Atenas 2004 sufrieron algún resquebrajamiento. En tal sentido, las referencias apuntaron a las rígidas normas internas de conducta del entrenador cordobés. Pero ni esa circunstancia, ni el paso del tiempo, y ni siquiera la particularidad más reciente de que Magnano terminara siendo el DT nada menos que de Brasil, un rival especial para la Argentina en cualquier deporte, le abrieron un mínimo resquicio a la omisión, al soslayo. Hubiera sido imperdonable.
La Generación Dorada, para muchos el mejor seleccionado de la historia del deporte argentino por lo realizado durante una década, tuvo en su riqueza de jugadores y en la química del grupo dos factores trascendentales. La tercera pata, indiscutible, la constituyó ese hombre que supo hacerles creer, con trabajo, palabras y convicción, que estaban para ganarse la gloria y ser parte de la leyenda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario